Opinión | Ideas para combatir la violencia política vs las mujeres

Ideas para combatir la violencia política vs las mujeres

Juan Manuel Vázquez Barajas

Septiembre 25, 2020 | Xalapa, Veracruz

Durante estos tiempos de crisis sanitaria, reajustes económicos y barullo político, se ha hecho notar el liderazgo de mujeres en los puestos más altos a nivel internacional. Varias columnas resaltan las labores hechas por líderes como la canciller alemana Angela Merkel, la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern, la presidenta taiwanesa Tsai Ing Wen, entre muchas otras.

Su pronta respuesta, al igual que su actitud calmada y decisiva frente a la crisis multidimensional representa un cambio de paradigma a nivel global, alejándonos de la noción anacrónica del liderazgo como una capacidad exclusivamente masculina.

En México, todavía son escasos los referentes femeninos de liderazgo político. A nivel local, solo dos mujeres ocupan las gubernaturas de sus estados, y apenas el 21% de los ayuntamientos en todo el país son gobernados por una mujer.[1] Si bien en el ámbito legislativo se han hecho grandes avances para alcanzar la paridad, ello no necesariamente se ha traducido a mayor liderazgo, ya que son pocas las mujeres que son coordinadoras de bancada en ambas cámaras.

Ello no es sorprendente una vez que entendemos la profundidad del problema de violencia de género que se vive en el país. Lo que a nivel social se manifiesta en cifras alarmantes de violencia sexual, doméstica y feminicidios, a nivel político se presenta en la ridiculización y trivialización sistemática de líderes mujeres, e inclusive en la separación forzada del cargo en casos más severos.

La obra se llama: violencia política contra las mujeres.

Gracias a los esfuerzos de miles de mujeres en todo el país, se ha logrado visibilizar este problema y encauzarlo hacia cambios institucionales. No obstante, sería un error limitarnos a la emisión de lineamientos y protocolos. Estas acciones son básicas e indispensables, pero las autoridades tenemos el deber de impulsar cambios profundos, empezando por hacer lo que esté dentro de nuestras posibilidades para atender este fenómeno.

Nuestras instituciones no son burbujas alejadas de la realidad del país, son parte intrínseca de la misma y son susceptibles a las mismas fuerzas y sucesos. Con ello, resalto la importancia de identificar y combatir la violencia política de género que se encuentra dentro de las propias instituciones. El bagaje cultural tiene un efecto de arrastre en todos los sectores de nuestra sociedad, y por lo tanto es indiscutible que este tipo de violencia vive cotidianamente en todos nuestros órganos públicos.

Cuando hablamos de “cambiar el chip”, nos referimos a revisar las creencias y dinámicas que seguido tomamos por sentado como parte de la normalidad en nuestros espacios de trabajo. En este sentido, la paridad o la igualdad de género no deben ser vistas como condiciones que pueden palomearse a simple vista, sino como un compromiso cuyo cumplimiento es constante y continuo. Implica procurar el trato entre compañeras y compañeros de trabajo, reiterar y reforzar reglas de convivencia, y poner fin a cualquier tipo de vulneración o atentado contra la integridad de las mujeres en nuestros espacios de trabajo.

Dicho esto, para atender el fenómeno a grandes rasgos, es necesario que las autoridades hagamos lo posible por traer visibilidad al problema. Uno de los principales obstáculos yace en identificar y hacer notar cuando ocurren casos de violencia política contra las mujeres.

En este sentido, hay un esfuerzo notorio de la sociedad civil por dar seguimiento a estos casos y traerlos a la atención de la autoridad. Es indispensable que nos veamos como aliados en esta batalla y establezcamos mecanismos de cooperación para este y muchos otros temas.

Una vez que estén en nuestras manos, las autoridades tenemos que asegurar que no caigan en impunidad y olvido. Para ello, no solo es necesario contar con protocolos de manejo de casos, sino incorporar información acerca de los mismos dentro de nuestros procesos de planeación institucional. Ello nos permitirá prever con mayor eficiencia los recursos y medidas que son necesarias tomar para que estos casos lleguen a una resolución.

Este trabajo no solo implica a las autoridades administrativas, como los son el INE y los OPL en el ámbito electoral, sino también a las instancias de procuración e impartición de justicia. Todos debemos desarrollar las capacidades de trámite y resolución necesarias para que quede claro que quien comete este tipo de violencia en México no saldrá impune.

Desde el ámbito institucional, ese es quizá el mejor resultado que podamos generar para poner nuestro grano de arena. Porque el cambio es mucho mayor en magnitud, requiere que lleguemos al punto en donde los propios hombres detectemos actitudes nocivas y agresoras y seamos capaces de evitarlas en primer lugar. Implica una toma de consciencia colectiva que reta a las nociones construidas por siglos de prácticas culturales.

Sin duda, lograrlo requerirá años de trabajo en varios frentes. Confío que cada vez este tema cobra mayor relevancia y es colocado como prioridad por una serie de actores en el sector público. Necesitamos que esto siga así, y que se empiecen a tomar los pasos sustantivos para armar a las instituciones con los insumos necesarios para atender casos de violencia política contra las mujeres.

Tenemos una deuda histórica, no podemos ignorarla más.

 



[1] https://oig.cepal.org/es/paises/16/profile 

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